lunes, 16 de febrero de 2009

Jesús Cristo y Magdalena


I

Jesús Cristo: En recobro de aliento
pero sin cordura ya.
Ojalá fuera tierra madura para ti,
pero aun sin existir
soy solo cemento relamido
sobre una escala de adobe triste y gris
Ojalá fuera yo, todo lo que esperan de mí...

Magdalena: Eres libertad y luz en mi noche más oscura
aún más eres calor
eres tierra, Señor,
eres cielo, eres sol

Jesús Cristo: ¡No, ese no soy yo!...
Temer a Dios por no temer la luz
¿Quién es ése, después de todo, infame?
(De rodillas y en contrición
por haber usado tu nombre, padre, en vano)
Quizá sea solo Betzebul
enfrascado en un faro de avenida azul,
bailando, radiante... feliz, ¡radiante!
Padre, porque he pecado, perdóname
pero niega tu esperma en mi
o envía al buen Nerón a buscarme
o sin haber luchado aún mándame a la cruz

Magdalena: Silencio, demonio que por su boca hablas.
Amigo, dulce amante
no desees la muerte
que ya hace mucho anda tras de ti

2 comentarios:

  1. ...Te he visto tantas veces...
    Es una lástima nunca haber cruzado una palabra en esta vida.

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  2. Acompañado por la tan amada escalera al cielo, leo sus versos y descubro lo tremendamente tortuoso que desde siempre resultó el amar.

    En el Evangelio según jesucristo, de Saramago, hay unas líneas que podría ayudar a las cavilaciones sobre la dualidad cristo-Magdalena; he aquí el párrafo:

    “…ahora Maria de Magdala le enseñaba, aprende de mi cuerpo, le decía, aprende de tu cuerpo, y él lo tenía ahí su cuerpo, tenso, duro, erecto, y sobre él estaba, desnuda y magnífica. María de Magdala que decía, calma, no te preocupes, no te muevas, déjame a mí, entonces sintió que una parte de su cuerpo, esa, se había hundido en el cuerpo de ella, que un anillo de fuego lo envolvía, yendo y viniendo, que un estremecimiento lo sacudía por dentro, y que de súbito se escapaba gritando, imposible, era él quién gritaba, al mismo tiempo que María, dejaba caer su cuerpo sobre el de él, yendo a beberle en la boca el grito, en un ávido y ansioso beso que desencadenó en el cuerpo de Jesús un segundo e interminable estremecimiento…”

    Muchos saludos, mujer ajedrez...

    Nos encontraremos en la próxima vida, que será la segunda ocasión...

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